J.V.V.

06.04.2020

Jimmy Vanegas Villamil

Limbo

El título de la película El séptimo sello proviene de un pasaje bíblico que podemos escuchar (o leer) junto al primer cuadro que nos enseña Ingmar Bergman en el film. "Y cuando el Cordero rompió el séptimo sello del rollo, hubo silencio en el cielo durante media hora".

El séptimo sello es la última señal de las primeras siete que anuncian la aproximación del juicio final que figuran en el Apocalipsis. Después de la apertura del último sello empiezan a sonar una a una las siete trompetas y en el paso de un grupo de señales a otras hay un silencio hondo y dramático del que podemos deducir es el punto de no retorno.

A partir de estudiar la película me he dado cuenta de la posición icónica que ha reclamado la película frente a la presencia de la muerte y la ausencia de Dios, lo ha hecho de una manera existencialista. Lo que hago es confrontar la dualidad de los términos "presencia y ausencia" "blanco y negro" para poner en jaque el acontecimiento fijo de la muerte, en este caso, intentar reconocer las posibilidades que tiene el arte para evadir la muerte o el arte como recurso para perdurar después de la muerte. ¿Perseguidor o perseguido?

- ¿Quién la va a recibir en el más allá? ¿Serán los ángeles, o Dios o el diablo o simplemente la nada? ¿Será la nada, señor?

- La nada no puede ser

- Mira sus ojos. Su pobre cerebro está haciendo ahora un terrible descubrimiento: Se sumerge en el abismo de la nada.

El séptimo sello- Ingmar Bergman (1957)

Podría decirse que el evento principal en la película es la calamidad de la peste en el medioevo y por consecuencia la muerte. Pero me parece que la situación detonante sucede cuando el personaje principal se encuentra en un plano metafísico con aquella representación de la muerte y se disputa la libertad de su alma en un juego de ajedrez. Allí se intersectan, como centro de red todos los elementos visuales, simbólicos y sonoros; es donde se entiende la relación de opuestos que continuará durante todo el film, el blanco y negro del tablero de ajedrez tiene contacto directo con el acromatismo de la película, como si de bandos opuestos se tratará, el bien y el mal, un ganador y un perdedor, acá se señala el dilema de la existencia humana, justo en ese cuadro cinematográfico.

Sabemos por vaticinio de las cosas vivas su inminente final y eso explica el temor al encuentro con la muerte, es el séptimo sello abierto, donde por fin se nos revela el camino de no retorno, el limbo o los "30 minutos de silencio en el cielo" ¿cuánto dura el desvanecimiento de la conciencia?

Porque el temor no es por el lugar que ocuparemos en las parcelas del infierno o el cielo, si no es por ratificar las promesas de nuestro credo y entrar a la espera de juicio silencioso de nuestro redentor, enfrentar la culpa que lleva la conciencia, es enfrentar la razón de la existencia.

Frantisek Kupka - El Idolo Negro 1903

Lo que puedo inferir de la revisión y análisis de la película a parte de abastecer la despensa simbólica para mi trabajo de creación, es marcar intereses con mayor exactitud, pues de este constante dilema y oposición observo que los puntos de lejanía siempre tienen un contacto, son más bien como los plantea el oriente en cuanto al concepto de armonía, recordemos el yin y el yang, en donde las energías opuestas que aunque difíciles de unir están íntimamente conectadas porque en cada una está la mayor concentración de su fuerza y en su unión perfecta se complementan. Para volver al ejemplo de la película, lo que me llama la atención de la situación en el juego de ajedrez es como a pesar que la muerte "no concede prórrogas" como lo menciona ahí mismo, se abre la posibilidad de negociación entre las dos partes, la astucia del caballero para ganar algo de tiempo y burlar el destino (al menos durante el proceso de reflexión) al final fue el tiempo suficiente para darse cuenta del sentido de su vida y eso marcó la diferencia entre el abismo de la nada y la sustancia del vacío, el valor del silencio.

El sentido de trascendencia aplicado a las artes bajo el principio contranatura quizá sea el juego implícito contra el tiempo y la muerte, donde se equilibran con exactitud la sensibilidad por el impulso de riesgo y la compostura de las razón. Algo prevalece a lo largo de la partida; La reflexión que es el entre acto, donde se traza la dirección en la que se desarrollará la estrategia, se coordina el posicionamiento, se desplazan o se arriesgan recursos, se aproximan los objetivos, aunque estos sean apenas simbólicos, los símbolos crecen según se crea en su poder, por lo que en ocasiones el peón es tan valioso como la reina, pero la circunstancia lo determinará, a lo mejor el poder simbólico esté determinado por el contexto, por lo que hay que estar muy atento a cuáles y cómo ha dispuesto con anterioridad la piezas nuestro oponente, incluso, si es posible, anticiparse unas cuantas generaciones.

La reflexión tiene caducidad, por esto de que nos persigue el tiempo corriente entre los organismos vivos. Se me ocurre trasladar o transustanciar el valor efímero de la reflexión en una materia vibrante que traspase el tiempo determinado de vida, como lo conocemos los seres humanos, porque hay que recordar que jugamos contra la muerte y si queremos oportunidad habría que pensar una jugada que extienda la vida, alguna presencia que acepte y contenga parte de nuestra vitalidad y al que le confiemos nuestra ausencia. Pienso entonces que si el pensamiento cabe en la materia y la materia vibra con energía doble se logra la trascendencia, se abre la posibilidad de ausentarse y prevalecer.

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